Si puede responder afirmativamente a alguna de las preguntas siguientes, podría correr riesgo de sufrir una caída:
- ¿Te has caído durante el último año?
- ¿Está tomando 4 o más medicamentos recetados?
- ¿Siente mareos, aturdimiento o vértigo?
- ¿Tiene usted dificultad para levantarse de una silla normal?
- ¿Tiene dificultad para girar la cabeza y el tronco para hacer retroceder un automóvil en la entrada de su casa?
- ¿Tiene dolor en las articulaciones o episodios en los que sus piernas “se cansan”?
- ¿Su visión está empeorando progresivamente?
A medida que envejecemos, tenemos más riesgo de sufrir una caída. De hecho, según la Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades1 de cada 4 adultos de 65 años o más sufrirá una caída. Muchas de estas caídas causan lesiones como fracturas de huesos, lesiones cerebrales, cortes y laceraciones, costillas magulladas y daños en órganos internos. En los Estados Unidos se gastan más de 150 mil millones de dólares al año para atender lesiones asociadas con caídas. Se estima que el costo hospitalario promedio por una lesión debido a una caída es ahora de más de 30.000 dólares. Es especialmente preocupante que muchas de las lesiones más graves, como una fractura de cadera o una conmoción cerebral, impidan que las personas regresen a sus hogares para seguir viviendo de forma independiente.
Muchas caídas se pueden prevenir si se busca atención médica periódica, se realizan controles de seguridad en el hogar, se hace ejercicio con regularidad y se practican actividades de equilibrio. Los adultos mayores deben acudir a su médico de cabecera al menos una vez al año para controlar sus datos biométricos (altura, peso, presión arterial, pulso, función cardíaca, análisis de sangre), controlar el uso de medicamentos y realizar las pruebas especiales recomendadas, como pruebas de detección de osteoporosis, cáncer de mama, cáncer de colon, etc.
Se deben realizar controles de seguridad en el hogar dos veces al año para detectar peligros de tropiezo, mala iluminación, barandillas sueltas, terreno irregular, sillas demasiado bajas, armarios desordenados y pasillos que no están libres para transitar fácilmente. Modificaciones sencillas como inodoros elevados, barras de apoyo, luces nocturnas sensibles al movimiento, bastones de senderismo, colgantes de alerta médica, sillones reclinables motorizados y barandillas a ambos lados de la escalera pueden prevenir caídas.
Por último, el ejercicio regular y el entrenamiento específico del equilibrio son una necesidad absoluta para prevenir las caídas. Nunca es demasiado tarde para abordar los efectos del envejecimiento que contribuyen a un mayor riesgo de caídas. A medida que envejecemos, tendemos a perder flexibilidad en los brazos, las piernas, la espalda y el cuello. También experimentamos disminuciones o déficits en la audición, la visión, la fuerza, la resistencia, la respuesta refleja, la sensibilidad, la función cardíaca y la función pulmonar. Estos pueden provocar cambios en la forma en que nos sentamos, nos ponemos de pie y caminamos; e incluso pueden requerir que usemos un dispositivo de asistencia como un andador o un bastón. Estos cambios, en última instancia, afectan nuestras reacciones de equilibrio (la capacidad de nuestro cuerpo para adaptarse al suelo sobre el que caminamos, las cosas que vemos u oímos y las fuerzas que se aplican sobre nosotros, como llevar paquetes o ser golpeados).
El viejo dicho de “úsalo o piérdelo” definitivamente se aplica a tener un buen equilibrio. Para “cultivar el equilibrio” y prevenir las caídas, uno debe trabajar diariamente para mejorar el rango de movimiento, la fuerza y la resistencia. Estos son los pilares para actividades funcionales como mantener el equilibrio sobre un pie para vestirse, ponerse de puntillas para alcanzar un paquete o agacharse para sacar algo del congelador.
Para empezar, es necesario hacerse un examen físico completo. Para quienes ya son activos, existen muchos programas en nuestras localidades que se centran en el entrenamiento de la flexibilidad y la fuerza, como yoga en silla, taichí, ejercicios acuáticos, Zumba Gold y grupos de caminatas. Para quienes sufren mareos, debilidad general, pérdida de movimiento y rigidez, o pérdida de fuerza, sería adecuado un programa más estructurado con un fisioterapeuta.
Nunca es demasiado tarde para empezar un programa de ejercicios. Invertir tiempo para mejorar su estado físico y dinero para realizar los cambios necesarios en su hogar contribuirá en gran medida a mantener su independencia y mejorar su calidad de vida.
Dra. Lori Schneider es fisioterapeuta y director regional de Access Physical Therapy and Wellness.